La Avenida Morelos
LA MORELOS, EL SÍMBOLO
(De Arturo González González)

De símbolo de progreso y bienestar, a símbolo de decadencia y abandono; de símbolo de tristeza comunitaria a símbolo de esperanza ciudadana...

El texto de Arturo González González aparece en EL SIGLO DE TORREÓN :
Todas las ciudades tienen un símbolo. Uno o varios. Un símbolo por sector. Varios sectores por un símbolo. Ese símbolo es algo propio de esa ciudad, pero a la vez es una pequeña representación del mundo. Siempre hay algo que recuerda a otra cosa, pero que nunca es igual. El Santuario del Cristo de las Noas es un emblema de Torreón y La Laguna, por ejemplo, aunque busca ser una réplica de una parte de Tierra Santa. Cumpla o no su objetivo original, hoy es un símbolo. Algo similar puede ocurrir con las calles, las avenidas y las calzadas. Su razón de ser es la movilidad, el transporte, incluso, el comercio. Pero hay calles, avenidas y calzadas que se vuelven símbolos. La 5a avenida de Nueva York, la avenida de los Campos Elíseos de París, el Paseo de la Reforma de la Ciudad de México y, guardando toda proporción, la avenida Morelos de Torreón. Sí, esa avenida de camellones con altas palmeras que atraviesa de oriente a poniente y viceversa el Centro Histórico de Torreón se convirtió a mediados del siglo XX en símbolo de una ciudad joven, multiétnica, próspera y algodonera. Era el corazón de toda una región y el principal paseo de la juventud. Morelear se convirtió en verbo lagunero. Y quien moreleaba podía recorrer la Alameda Zaragoza, la calzada Colón (otro símbolo) y la Plaza de Armas; visitar los cines, restaurantes y cafés, y observar los mejores edificios del Torreón de entonces.
Pero la ciudad creció, atravesó por crisis económicas y sociales, creó nuevos corredores comerciales y todo ello contribuyó a la decadencia de la Morelos y el Centro Histórico. A lo anterior se sumó la ola de inseguridad de 2009-2013, la peor que jamás haya padecido la región. Pero como suele ocurrir, afortunadamente, en medio de la oscuridad de la noche siempre aparece una luz. Y esa luz vino de la sociedad civil organizada y se materializó en un proyecto que se llamó Moreleando, de vuelta al Centro. El origen ciudadano de esta iniciativa de rescate de uno de los símbolos citadinos es muy relevante, sobre todo si se considera que surgió en los días de mayor temor y abandono por parte de las autoridades federales, estatales y municipales. Cuando las balaceras a plena luz del día y en cualquier espacio público eran más que una probabilidad. Cuando los homicidios, los secuestros, los ataques a bares, el tiroteo afuera del estadio de futbol formaban parte de la realidad cotidiana del torreonense. Cuando la crisis económica más golpeaba a la zona centro de la ciudad. En esos días, precisamente, noviembre de 2012, fue que inició la aventura. Y a la vuelta de los años, lo que comenzó en un paseo sabatino de 400 individuos evolucionó a un fenómeno masivo de 25 mil personas. Moreleando se convirtió en la actividad pública periódica de mayor arrastre en Torreón, incluso más que el propio Santos Laguna, lo cual ya es mucho decir.
El miércoles pasado, el comité del Colectivo Moreleando anunció que el proyecto cerraba su ciclo luego de tres años, 35 ediciones, 400 mil asistentes y después de haber cumplido con crecer el objetivo. El paseo de cada primer sábado de mes no sólo motivó a miles de jóvenes a salir a caminar las calles con el único fin de convivir, distraerse y divertirse, sino también significó un impulso importante para el resurgimiento comercial de todo el sector. Los organizadores se enfrentaron a numerosos problemas, sin duda, mismos que no impidieron que el paseo prosperara. Moreleando también propició que el proyecto de mejora de la avenida, un anhelo que data de hace varios lustros, encontrara por fin una ruta para su concreción. No obstante, como suele ocurrir en lugares en donde el gobierno y la sociedad están divorciados, lo que debió ser un proyecto bien consensuado y estructurado se convirtió en foco de fricción y disgusto por el poco cuidado que se ha puesto a la obra, que afectó incluso al paseo, y la falta de claridad sobre cómo va a quedar el llamado Paseo Morelos. Cualquiera que haya transitado por la vía en los últimos dos meses pudo darse cuenta del desaseo y el retraso. No se requieren conocimientos técnicos para percatarse de lo evidente. El sentido común es suficiente.
Resulta simbólico que apenas tres días después de que se anunciara el fin de ciclo de Moreleando, de vuelta al Centro, unas lluvias de día y medio sacaran a relucir lo que las autoridades municipales se niegan a reconocer que son fallas en las obras. Hundimientos en banquetas y pavimento. Hundimientos en donde cupo un taxi. La respuesta de Obras Públicas es que la obra no está terminada aún, que sabían del riesgo de abrir a la circulación una obra inconclusa, pero tomaron la decisión para no afectar el comercio en la temporada navideña. Ahora, de cualquier forma, han tenido que cerrar la vía para evitar más hundimientos. Sabían que con las lluvias, pronosticadas desde varios días, podía pasar lo que terminó ocurriendo. Ahora, a pagar los daños, corregir lo que se tenga que corregir y concluir lo que haya que concluir. Pero, con lo sucedido hasta hoy, queda la duda sobre qué va a pasar con la avenida Morelos, el símbolo del Torreón del siglo XX y del Torreón del siglo XXI que quiere renacer. Una iniciativa ciudadana logró lo que ninguna autoridad había logrado hasta ahora. Es decir, la Morelos se transformó en un símbolo por partida doble. Hoy, ya sin Moreleando y con muchas dudas sobre las obras que se llevan a cabo, el destino de la Morelos es incierto. Ojalá que la misma ciudadanía que ha dado vida a ese símbolo en dos ocasiones no permita que vuelva a decaer.
Twitter:@Artgonzaga
Correo-e: argonzalez@elsiglodetorreon.com.mx

Foto: "LA OPINION"
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